lunes, 28 de marzo de 2011

Siguen llegando más árboles destacables. Esta vez es Sara la que nos presenta al drago milenario

El conocido como Drago Milenario de Icod de los Vinos se encuentra en el municipio español de Icod de los Vinos al norte de la isla de Tenerife (Canarias) es un enorme ejemplar de drago declarado Monumento Nacional en 1917.
Se le atribuye una edad de miles de años si bien ningún estudio ha podido confirmar dicha longevidad, siendo más probable que la planta tenga unos cuantos cientos de años. Este drago constituye el símbolo de Icod, como se puede apreciar en el escudo de armas de dicha localidad canaria. En el entorno del drago existe un parque llamado "Parque del Drago" que exhibe distintas especies vegetales de Tenerife. También es el símbolo vegetal de la isla de Tenerife.
LEYENDA
Cuenta la leyenda que hace muchísimos años desembarcó  en la costa de Tenerife, concretamente en la indómita playa de San Marcos, en Icod de los Vinos, un mercader ansioso por adquirir “Sangre de Drago”, muy valiosa en la época.

Pero al llegar a dicha playa, se fijó en unas jóvenes muchachas que se divertían bañándose en aquella cálida tarde de verano. El mercader, de carácter avaricioso, se propuso poseer a alguna de aquellas bellas guanches y se lanzó a perseguirlas. Logró dar alcance a una y pensó en lo fácil que le había resultado. Pero no reparó ni por un momento en la inteligente mirada de la doncella a quien tenía cautiva.

Entonces ella le ofreció, como muestra de amistad y de admiración, hermosos frutos propios de la isla, frutos que parecían haber nacido en el Jardín de las Hespérides. Tan complacido se sintió el confiado hombre, que se sentó a comer cuanto ante él estaba dispuesto y no prestó la atención debida a la astuta muchacha, que aprovechó para saltar al otro lado de un barranco cercano con la agilidad propia de una gacela.

Se escondió entonces entre los árboles mientras el confuso mercader intentaba adivinar su silueta entre el denso bosque. De pronto apareció ante él un árbol extraño y aterrador que, blandiendo sus ramas como espadas y cuyo tronco serpenteaba amenazadoramente, protegía tras su asombrosa presencia a la indefensa muchacha.

Dicen que entonces el mercader, preso del terror, lanzó un arma afilada que llevaba en la mano, la cual fue a clavarse en el tronco de aquel árbol. Y cuentan que empezó a gotear de la herida producida un líquido rojo y denso que parecía sangre. Ante tal visión el hombre, aturdido, huyó como alma que lleva el diablo y, una vez pudo alcanzar su embarcación, se perdió mar adentro.

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